jueves, 15 de abril de 2010

La Informalidad… un golpe bajo a la consideración


Esta es una historia que seguramente no será desconocida para usted.

Con tantos cambios de voltaje y aún contando con regulador, se descompuso el refrigerador.

Llamé por teléfono al técnico calificado que ha reparado los aparatos eléctricos en casa, el mismo que se presentó al día siguiente. Dio un complicado diagnóstico del daño y habló de una pieza que se tendría que cambiar. Mientras tanto, hizo una reparación temporal, en lo que supuestamente conseguiría la pieza.

La temperatura del refrigerador comenzaba a ascender y entonces había que llamarle. —Mañana voy—decía, pero nuestros parámetros de tiempo eran diferentes. Para mí el “mañana” implicaba que se hiciera de noche y de día, pero para él, que se hiciera de noche y de día como 3 o 4 veces. En el ínter, teníamos que limitarnos a comprar alimentos y regalar los que teníamos en el refrigerador para evitar que se echaran a perder. Finalmente y aunque ya le habíamos dado el pago de la pieza, optamos por acudir a otro servicio para la reparación. Nunca más volvió a llamar.

Desafortunadamente la informalidad es un mal que contagia a un sinnúmero de personas. Indudablemente relacionamos que el electricista, el técnico, el carpintero, el plomero, etc., están infectados, pero nunca debemos descartar el que cualquier persona, de cualquier nivel, pueda estar contagiada.

La informalidad genera un gran daño en la consideración con los demás. ¿Cuántas veces hemos tenido que madrugar, que cancelar compromisos o que buscar a una persona que se haga cargo de nuestros hijos, para llegar a una cita a tiempo? ¿Cuántas veces hemos tenido que desvelarnos, o que sacrificar la convivencia con la familia para entregar un proyecto en la fecha acordada?

Muchas personas no ven más allá de lo que son sus compromisos o sus ocupaciones, sin tomar en cuenta que los demás también tienen compromisos y ocupaciones y que, sin embargo, buscan el espacio para cumplir con aquéllos, paralizando sus actividades para esperar, o acelerándolas para cumplir.

En una ocasión, tuvimos una cena con unos amigos extranjeros. Había varias parejas invitadas que fueron llegando a lo largo de la noche. Nuestros amigos nos comentaron que aún no entendían el tiempo de los mexicanos, pues si citaban a una hora, llegaban minutos u horas después.

A veces se entiende que al vivir en una ciudad tan caótica, con manifestaciones, con tanto tráfico y con obras por todos lados, sea difícil cumplir con los horarios establecidos, pero también debemos tomar en cuenta que la tecnología actual nos permite tener comunicación en el lugar en el que estemos, ya sea con una llamada telefónica o con un mensaje, como una muestra de consideración con los demás.

Es mejor no comprometerse a un horario o a una fecha, si no se tiene la certeza de cumplir.
Por ello, amigo lector, le invito a preguntarse si usted también forma parte de la epidemia. La vacuna, es una dosis de consideración, que poniéndola diariamente en práctica, puede garantizarle la cura.

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